Transcurren los días en aquel frío pero agradable lugar donde se siente la alegría de aquellas voces fuertes que llegan al país para informar o tal vez sólo entretener a un público.
Desde tempranas horas del día suena la alarma de un despertador que a diario tiene la responsabilidad de hacernos llegar justo a tiempo a nuestros destinos. Mi destino, una radio.
Son las 6:00 AM, el frío, producto de los cambios climáticos, me hace desear el arropo en el calor del hogar, sin embargo, ahí me encuentro, en mi destino al que llamó trabajo. La alegría se siente en los pasillos silenciosos de un centro comercial que aloja a seis emisoras que conforman un circuito de radio a Nivel Nacional.
Finalmente me encuentro en mi trabajo y mi destino pasa a ser el sitio que me alojará por casi media jornada laboral. Entonces, se escucha simultáneamente en seis emisoras el Himno Nacional rompiendo cada género musical que se emite a través de distintos Dial. Tras varios minutos, cada programa de la mañana comienza su programación y su "fiesta" radial, con el fin de ser la esperanza y el espíritu de humor de un país ahogado en el agobio de su rutina vial, colapsada por los miles de caraqueños que buscan su destino, en muchos casos, inciertos.
Las risas, las canciones, las cuñas y voces fuertes son los actores principales en las mañanas del conductor, de la ama de casa o de el/la profesional que acompaña desde el otro lado del radio cada mañana la vida de los locutores y sus productores. Así, se produce una retroalimentación, no sólo positiva sino además negativa donde se cuestionan y se desahogan los errores que abarcan el ámbito social del venezolano común. Si duda alguna, la radio es una puerta abierta para la opinión pública y para los deseos de los radioescuchas que buscan en sus emisoras la paz, el humor y la gracia de ser escuchados.
Finaliza mi jornada laboral, me despido de mi estación de radio y ahora mi destino será mi origen del mañana.
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